Por mucho que algunos muebles hayan sido fabricados específicamente para ser colocados en el exterior, ello no impide que el paso del tiempo les pase factura, lo cual es fruto precisamente de estar a la intemperie. Tanto el sol como la humedad, además de los insectos e incluso hongos, pueden traducirse en que el aspecto del mobiliario deje que desear.
Evitarlo está en tus manos: asegúrate de proteger bien todos los muebles que tienes en el jardín. ¿No sabes cómo hacerlo? No te preocupes, hemos consultado con Grupo Viada, una empresa dedicada a la elaboración de mobiliario para exteriores. Entre su catálogo podemos encontrar sillas plegables, bancos de madera, taburetes plegables y hasta información sobre cómo elegir un conjunto de mesa y sillas de jardín. Basta simplemente con aplicar las siguientes claves que nos han proporcionado y que varían en función del material del mobiliario.
👉 Metal
Debido a la buena relación calidad-precio que tienen muchos muebles de exterior de metal, es habitual que este tipo de material se deje ver en los jardines, habiendo varios subtipos que han de ser protegidos de diversas maneras.
El objetivo de proteger los muebles del jardín que están hechos de metal consiste básicamente en evitar que acaben oxidándose, un resultado que produce la lluvia, así como la humedad en general. Por si fuera poco, los rayos solares dan pie a que la tonalidad original del mobiliario pase a ser historia, sustituyéndola por otro color distinto.
👉 Aluminio
Es uno de los materiales que necesitan menos mantenimiento y protección, pero has de tener en cuenta que se raya con bastante facilidad. Además, si el producto químico que decides utilizar es abrasivo, podría dañar el mueble. Lo mejor para proteger el mobiliario de exterior de aluminio es limpiarlo regularmente utilizando agua junto a un buen detergente que sea neutro.
👉 Hierro
Lo primero que tienes que hacer es limpiar toda la superficie, la cual posteriormente ha de ser desengrasada. Los productos recién salidos de fábrica acostumbran a acumular bastante grasa, así que es importante que te asegures de eliminarla toda.
Acto seguido imprime la superficie haciendo uso de un producto con propiedades antioxidantes. Tras secarse llegará el momento de pintar utilizando un buen esmalte, aunque también puedes optar por una pintura apta para dicho material. Si las condiciones climatológicas de la zona exterior son complicadas, conviene dar tres capas a los muebles de hierro.
👉 Acero inoxidable
A diferencia del hierro, el acero inoxidable hace gala de su nombre evitando que el óxido le pase factura. Aun así, otros aspectos pueden traducirse en un evidente deterioro, especialmente si el mobiliario está ubicado cerca de la costa o en pleno núcleo urbano en el que hay mucha contaminación en el ambiente.
En cualquiera de los dos casos, proteger estos muebles de jardín exige lavarlos habitualmente haciendo uso solo de agua. Cada dos o tres meses has de realizar una limpieza más profunda empleando productos creados específicamente para ello. Después de completar esta tarea utiliza un buen pulidor para frotar la superficie, dando pie así a que tanto la suciedad como el agua pasen a ser historia al repeler ambos elementos.
👉 Madera
Si los muebles de metal suelen estar muy presentes en los jardines, no se quedan atrás los de madera, otros de los más exitosos. Su aspecto visual es uno de los factores que dan pie a que muchas personas opten por ellos, pero conseguir que se mantengan igual con el paso del tiempo exige protegerlos bien.
Y no es para menos, puesto que a la madera le afecta tanto el sol como la humedad y los hongos, además de algunos tipos de insectos. Los rayos solares, si inciden habitualmente sobre la superficie del mobiliario, provocan que las tonalidades grises aparezcan en ella. Por otra parte, cuando el porcentaje de humedad sube y baja notablemente se produce un cierto movimiento en la estructura que puede derivar en que se agriete el mobiliario.
Estas grietas son evitadas por los productos de protección. El recubrimiento de acción impregnante conocido como lasur es uno de los más recomendables, así como los aceites en general. En los dos casos no solo impedirás que surjan grietas. Adicionalmente los filtros evitarán que los rayos emitidos por el sol pasen factura a los muebles de madera. Por si fuera poco, las propiedades hidrófugas de estos productos mantendrán a raya el agua para que no afecte al material.
Si lo prefieres, también puedes optar por un buen barniz. Muchos usuarios se decantan por este producto debido a que más allá de proteger durante una gran cantidad de tiempo gracias a su resistencia, también se encarga de resaltar la belleza del mobiliario de madera, un resultado visual que consigue de manera natural.
En caso de que les tengas mucho aprecio a los muebles de jardín de madera o por cualquier motivo quieras protegerlos de la mejor forma posible, lo ideal es aplicar primero un protector y después recubrir la superficie con un barniz que sea de buena calidad.
👉 Fibras naturales
La estación invernal da pie a que aumente el porcentaje de humedad, lo cual pasa factura a los muebles de jardín hechos con fibras naturales. Y es que ello se traduce en que aparezcan hongos en la superficie, los cuales surgen por la acumulación del polvo. A su vez, los rayos solares también afectan, en este caso debilitando el mobiliario al aumentar su fragilidad, un resultado que es fruto de que las fibras pasan a estar más secas.
Evitar todo ello no es complicado. En primer lugar, siempre que llueva o por cualquier otro motivo se mojen los muebles de fibras naturales, sécalos bien cuanto antes. Además, lava regularmente el mobiliario mezclando agua con jabón neutro. Puedes aumentar el efecto protector si incluyes alguna gota de un producto que suele sentarles especialmente bien a este tipo de fibras: el amoníaco.
👉 Fibras sintéticas
Por último, otros muebles que se dejan ver en los jardines son los que están hechos de fibras que, a diferencia de las que acabamos de detallar, no son naturales. Las sintéticas tienen una buena resistencia, pero aun así no te olvides de protegerlas bien.
Para ello haz una limpieza anual a fondo, utilizando una aspiradora para acabar con cualquier rastro de suciedad. Tras acabar con el polvo acumulado, humedece un paño con agua y un poco de jabón que ha de ser neutro, lavando la superficie y posteriormente aclarándola. Asegúrate también de realizar otra limpieza mucho más regular, aproximadamente una vez cada mes, para acabar parcialmente con el polvo, siendo útil en este sentido el cepillado superficial.